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COLUMNAS DE OPINIÓN

AMAZON SE SALTA LA CUARENTENA, LAS PEQUEÑAS LIBRERÍAS NO

Joel Fageda

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Fuente de la imagen: unsplash

Con la cuarentena que estamos viviendo en prácticamente todo el mundo, que ha cerrado innumerables locales y ha paralizado la vida de la gran mayoría de nosotros, las grandes empresas han seguido con sus triquiñuelas para hacerse cada vez mas y mas ricas, a pesar de provocar en muchos casos el empobrecimiento de la clase trabajadora. Según un artículo publicado en la sección internacional de la BBC,  las grandes multinacionales han seguido especulando con bienes de primera necesidad para no notar perdidas, algo que nos muestra las ansias del capitalismo por sacar beneficios a toda costa y sin ningún escrúpulo.

Criticar las fallas del capitalismo siempre viene bien, pero el tema de hoy es diferente. Este es un blog de literatura, en el cual hablamos sobre ese lado oculto de la literatura. Nos interesamos en esas pequeñas librerías de barrio, que cada vez son menos comunes y desaparecen en beneficio de grandes multinacionales que, a diferencia de los pequeños comercios, tienen recursos suficientes para continuar con sus vendas a domicilio. Hace unos días, Amazon prime informo que la empresa tomaría medidas para seguir con su servicio.  Entre estas, la empresa afirma que el repartidor dejara el pedido en la puerta, para evitar contactos innecesarios. Esta medida, sin embargo, parece más enfocada en proteger al cliente que al propio repartidos, es más, en el articulo no se menciona que los trabajadores vayan a recibir un aumento salarial por exponerse a pillar el virus.

Por otro lado, y como ya hemos dicho, los pequeños negocios no pueden permitirse el lujo de explotar a sus trabajadores, por lo que las pequeñas librerías empiezan a considerar medidas extraordinarias para afrontar esta situación. Según un artículo publicado por El País Unas 60 librerías catalanas plantean no pagar a los distribuidores, llegando a plantearse el utilizar los famosos ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) para afrontar esta crisis, aunque por el momento es una medida que aún no se ha implementado. Además, los diversos entrevistados en la noticia admiten como este es un negocio que va día a día, y la cancelación de eventos como Sant Jordi afecta muchísimo a su economía particular.

Queda claro pues, que en tiempos difíciles es la gente de a pie los que más sufre este tipo de percances. Las grandes empresas y sus dirigentes seguirán sacando beneficios aprovechando la situación (y si no lo logran y surgen perdidas siempre pueden publicar algún ERTE para salir del paso), mientras que los pequeños negocios como las librerías verán afecta su pequeña economía, al no disponer de los grandes medios que disponen estos gigantes. Comprar por Amazon y obligar al repartidos a exponerse a contagiarse es una opción, sí, pero si realmente nos interesamos por la literatura y ayudar al pequeño comercio han surgido nuevas formas de contrarrestar ese gran poder, una de ellas la campaña Llibreries Obertes. Se trata de una iniciativa que a propuesto que el sector del libro siga funcionando. Esta idea, pensada como micromecenazgo, es decir, comprar libros por adelantado para recogerlos y disfrutarlos cuando abran las librerías.

Las alternativas están ahí, un poco ocultas del gran foco generado por las grandes empresas, en la sombra, pero que son de gran utilidad y proporcionan un servicio que ayuda a mantener el pequeño negocio, incluso en tiempos de pandemia global.

READAPTACIÓN O ESPERA

Adrián Fernández

Image by Thought Catalog

Fuente de la imagen: unsplash

Rosas por geranios, chaquetones por camisas de tirantes o un chocolate caliente por un granizado de limón para saciar el calor de un día de verano en pleno paseo de Gracia. Esta vez el 23 de abril no podrá acoger una de las celebraciones más importantes para la cultura catalana.  Se podría celebrar el 23 de mayo, o tal vez el 23 de junio, haciéndolo coincidir con la verbena de San Juan. Lo que sí está claro es que la Cambra del Llibre de Cataluña ha acordado que la fiesta de Sant Jordi se celebrará antes “de las vacaciones de verano”. Madrid, Buenos Aires, París, Bolonia y ahora Barcelona. Otra festividad más que añadir a la tan extensa lista de eventos culturales que se han cancelado por la amenaza de la propagación del virus COVID-19. Aunque, hay quienes ven aún factible redimensionar la celebración si se levantan las medidas de restricción de movimiento aprobadas por el Gobierno. Yo no lo tengo tan claro.

Una multitud de paradas y escritores, que se alojan durante unas horas en las calles de la capital metropolitana, puede que se vean sustituidas por calles vacías y librerías cerradas al público. No sabemos cuánto va a durar este confinamiento, pero si por milagros de la vida la situación se revirtiese pronto, la solución no sería abrir las librerías como si no hubiese pasado nada. Nos encontraríamos en las mismas. Se colgarían en los establecimientos carteles que advirtiesen lo siguiente: “Entrada limitada, por favor id pasando de cinco en cinco”. Después del confinamiento, el problema no estaría solventado. Como dijo en su momento Stephen Hawking, la inteligencia es la capacidad de adaptarse al cambio. Son estos los momentos en los que tenemos que ser más inteligentes que nunca y no precipitarnos a la hora de marcar nuestros siguientes movimientos.

Está claro que la cancelación de la fiesta de Sant Jordi supondrá un golpe muy duro para todo el sector editorial. Según datos ofrecidos por el Gremio de Distribuidores de Publicaciones de Cataluña, el 23 de abril representa un 15% de las ventas totales del año. Durante el año 2019, la cifra de facturación ascendió hasta los 22 millones de euros y se vendieron más 1’5 millón de ejemplares. Todo el stock que estaba previsto y encargado puede que no sea vendido en unas semanas. ¿Y qué hacemos? Tampoco hay que imitar a los bomberos de la obra Fahrenheit 451 y empezar a quemar libros por doquier. Hay que esperar. Los japoneses ya lo tenían todo a punto para albergar los próximos Juegos Olímpicos y ahora tendrán que esperar un año más. Se avecinan importantes pérdidas económicas para todos los sectores. Hay que insistir a las autoridades para que proporcionen ayudas para paliar la situación. Mientras tanto, la venta online puede ser una de las soluciones a corto plazo.

 

El dragón representó un peligro para la villa de Montblanc. Ahora, es el mundo entero el que se encuentra encadenado ante su presencia imperceptible. Espero que pronto aparezca un caballero que consiga alzar su espada y que pueda derrotarlo.

SOBRE SHAKESPEARE Y LA PESTE

Jordi Martín

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Fuente de la imagen: pixabay 

Durante los últimos días se ha viralizado en las redes un mensaje sobre las condiciones en las que Shakespeare escribió algunas de sus obras más emblemáticas. Los tuits explican que el autor inglés aprovechó el tiempo que estuvo confinado en su casa por un brote de peste para escribir MacBeth y el Rey Lear.

Quienes lo han compartido no han podido evitar la tentación de acompañar el mensaje con un paralelismo entre esa historia y la actualidad, comparando las condiciones en las que se encontraba el autor inglés con la situación en la que nos tiene el Covid-19. Con el objetivo último de instar a quien leyese el mensaje a ser productivo y sacar algo del confinamiento.

Sobre esto, Maddie Dai nos regalaba una irónica viñeta en el New Yorker que decía: “no podía decidirme entre empezar la novela o la obra de teatro, así que en vez de eso me he comido tres cajas de macarrones con queso y me he tumbado en el suelo entrando en pánico”.  

Dentro del mensaje subyace la idea tóxica de que absolutamente todo debe ser productivo; de que siempre tenemos que hacer algo y ser funcionales para el sistema. Se trata de una idea a mi parecer muy nociva, asociada a la cultura del capital que envuelve nuestras vidas. La lógica del trabajo y la empresa aplicada a la vida diaria.

Como dice el escritor norteamericano Chuck Wendig en twitter, “no tienes que ser Shakespeare o Newton. No tienes que escribir una obra maestra ni inventar ninguna mierda nueva. Establece objetivos pequeños y celébralos. ¿Has desayunado? ¿Te has duchado? ¡Joder, sí. Lo has hecho!".

Es la utopía neoliberal y positivista del “si quieres puedes, y lo demás son excusas”. Es casi como una fusta que nos golpea y nos empuja a ser productivos y funcionales: “¡levántate de ahí y haz algo, inútil!”, parece decir. Y luego nos dedica una sonrisa.

Una visión con ceguera selectiva, ya que no tiene en cuenta todos los factores contextuales que condicionan nuestra realidad. No es solo una cuestión de esfuerzo, es algo más complejo. Somos muchos los que tenemos intereses creativos; como escribir, por ejemplo. Pero nuestra situación personal no siempre es propicia para ello. Después de horas trabajando o estudiando (o ambas) y de los viajes eternos en transporte público, nuestra intención raramente es la de ponernos a escribir el Rey Lear o MacBeth. Cuando vemos a familiares, amigos o conocidos enfermar por esta maldita pandemia, tampoco. Estamos cansados física y mentalmente. Tendemos a optar por la evasión, queremos descansar.

No quisiera que esta columna sea un manifiesto en pro de la apatía y el pasotismo, ni mucho menos. Ni escribir MacBeth, ni cualquier otra cosa se consigue sin esfuerzo y dedicación (ni que decir del talento del que muchos carecemos). Pero quiero que sea un alegato contra esa filosofía barata propia de una taza de Mr. Wonderful o un seminario de coaching. No todo es ser productivo. Y menos ahora.

La otra pandemia a erradicar es la cultura de la productividad y de la empresa aplicada a la vida personal. Descansa, no tienes la obligación moral de ser como Shakespeare.

EL EBOOK: AHORA O NUNCA

Jordi Muñoz

Capítulo 3 ebook

Fuente de la imagen: unsplash

Decía André Maurois, escritor francés de principios de siglo XX, que “un libro es un regalo estupendo, porque muchas personas sólo leen para no tener que pensar”. Palabras que encajan como anillo al dedo para la situación actual. La literatura se ha convertido en una vía de escape para huir de la pandemia. Saturados por la cantidad inhumana de información que recibimos, por la crueldad de ver a nuestros mayores morir solos, nos hemos aferrado a la capacidad de los libros de crear mundos paralelos en los que poder aislarnos. Podemos afirmar, sin equivocarnos demasiado, que, si en estado de normalidad la sociedad necesita a la literatura, ahora ésta es más imprescindible que nunca.

La ecuación sería fácil si toda la población tuviera a su alcance bibliotecas personales como las que tienen los tertulianos de los programas de televisión, que han convertido sus estanterías en sets de grabación. El problema es que, saliendo de esta burbuja, la gran mayoría no podemos disponer de ese espacio. Para todos aquellos que no tienen libros pendientes en casa, les queda una solución, muchas veces olvidada. Es la oportunidad de oro para los ebook.

Llevamos años leyendo que la lectura en pantalla iba a acabar asesinando a la lectura en papel. Un hecho que nunca ha acabado de llegar, ya que, en gran parte, siguen al pie del cañón los románticos que prefieren tener sus libros, tocarlos, pasar las páginas con sus propios dedos. Lo cierto es que, por un motivo u otro, nunca ha acabado produciéndose ese cambio.

Es inevitable, pues, pensar que el libro electrónico se encuentra en un momento que puede marcar un antes y un después en su trayectoria. Primero porque comprar libros en papel ahora mismo es una utopía, puesto que no existe la posibilidad de ir a la tienda ni de que te lo traigan a casa, como pasaba a inicios del confinamiento. Y segundo porque este soporte ofrece justo lo que el lector necesita en este momento: la comodidad de poder comprar el producto y descargarlo sin necesidad de actividad humana.

Según datos del Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros, un 29,1% de la población de más de 14 años lee libros en formato digital. Se trata de números más bien discretos, que demuestran que aún no es una práctica mayoritaria. Quizás porque nunca habíamos encontrado el motivo por el cuál dejar de banda el papel.

Con el libro electrónico tenemos la posibilidad de acceder a miles de lecturas al instante, sin poner en peligro la salud de los demás y por precios muy asequibles. Dando la oportunidad, además, a editoriales de todo tipo, sin limitarse a las de más renombre que son las que habitualmente llegan a todas las librerías. No existe otro escenario más idóneo que este para darle una oportunidad a este tipo de lecturas.

Al fin y al cabo como dijo Mercè Rodoreda en Mirall Trencat, “Escribir bien cuesta. Por escribir bien entiendo decir con la máxima simplicidad las cosas esenciales”. Un libro bien escrito no entiende de soportes. Es simplemente un buen libro. ¿Por qué no darle una oportunidad al ebook?

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